Manifiesto de la VIII Marcha por la Visibilidad de la Diversidad Funcional

Manifiesto (lectura fácil)

Desde 2007 volvemos a Madrid a rodar y caminar por Atocha, más desdibujada ya la huella de las ruedas, la suela de los zapatos y los tacos de los bastones. Nos acompaña el espacio cálido y la sombra animosa de queridas compañeras y compañeros ausentes, vanguardia de un ejército invisible, inerme y diezmado en una guerra sorda, de desgaste, en la que aburren nuestras vidas. A veces, para sujetar la ira viendo como por el camino se ausentan y suman compañeras y compañeros, casi nos echamos a cantar como si al lado viniera José «Zeca» Afonso, musitando Grândola, Vila morena. Pero la realidad es que entramos a la capital por dónde podemos, observados con distancia recelosa como es costumbre, y llegamos hasta aquí con la incertidumbre de no saber si somos vistos como el ejército de desarrapados de Espartaco, de esclavos libertos por sí mismos, o como una quinta columna que un día entendió que la equidad social y la dignidad podían ser norma de Estado, pero que ahora es examinada como la carcoma del sistema.

Constatamos en la mirada del otro el triunfo ignominioso de quienes se han aplicado, sin reparar en formas en tratarnos, en explicarnos a los demás como “los dependientes”, las rémoras perniciosas de una sociedad exhausta que sólo mira al horizonte del crecimiento, con anteojeras y rectificando mansamente sus pasos con el restallar el látigo del dinero sobre sus cabezas. Aun son pocos los que entienden que antaño ya hablábamos como un peligro, que era norma para nosotros, de ése desprecio a la justicia social y que desde 2008, bajo el tsunami de la crisis económica se ha extendido para todos. Para casi todos. Constatan ahora, con lentitud, que insistiendo en esas miradas, en la malévola y estudiada semántica de la exclusión, todos quedan, quedarán tarde o temprano, atrapados en una mentira que deshace en migajas un pan que no sacia.

Venimos a Madrid para bajarnos del escenario de esa ópera bufa de los generales de siempre que nos dirigen como una tropilla con utillaje de hojalata y escudos de cartón que amparan y aguantan todo. No es verdad. El Estado y quienes le corean, mienten. Toda esta tramoya que muestra al patio de butacas, todo este vestuario, ya era indumentaria falsa entonces. Ahora, además, solo sirve para identificar al rebelde normativo, para perseguir a padres como forajidos y a sus hijos como proscritos en busca y captura por delito de diversidad funcional. Jóvenes, niños y niñas alambrados en territorios de reserva, los de la “especialidad educativa”, que ejemplifican la farsa de la maximización de los recursos, del más con menos y en otra habitación. En realidad es el adiestramiento del miedo, de la advertencia para los que miran de reojo, para los que vendrán; ejercicios para normalizar ver a la gente contra el muro, disuadir de hacer sombra bajo el sol del progreso que anuncian cada mañana. Contra el muro, seguiremos sin poder pagar en las farmacias, o tener los suministros que dan calor y mantienen pequeñas máquinas que nos reportan vida o dignidad mínima. El lugar en el muro no es nuestro; todos tienen allí un hueco para ver aplastada su dignidad contra él.

Esta tropa viene maltrecha y no por la diversidad de sus cuerpos y sus mentes, sino por ver que pasan los años, la vida, y no nos cambian ni las vendas de viejas heridas ni los pertrechos para el camino. En esta octava Marcha, por no ser no somos ni parte del cuarto estado avanzando ni quinta columna entrando en Madrid. Sólo somos ciudadanos de tercera clase, mujeres y hombres en lucha por su dignidad y supervivencia, llamados permanentemente a rendir cuentas, pero también a reclamar nuestras soldadas. A pesar de muchos, estamos orgullosos y somos conscientes de ser parte y actores de un modelo social del que las instituciones políticas deberían sentirse gozosas. Nos afirmamos en que el sentido del Estado, si lo tiene, no es otro que el de acoger a toda la variación y diversidad humana que encierra y aflora en él, procurando espacio, dignidad y cuidados. Nos hastía ya la tarea de explicar miles de veces que un individuo es único y al tiempo la suma de otros; que compartimos lazos y tejidos invisibles que nos visten de razón y ley y nos entretejen con todos los que nos han traído hasta aquí a lo largo de la Historia: no solo somos marionetas de la capacidad, la competitividad, la productividad y la superación heroica… Ante todo somos comunidad, diversidad, sustantivos que deben estar en el preámbulo de cualquier acción de justicia social aceptable en pleno siglo XXI. De lo contrario, ¿quién demonios necesita un Estado que ahoga y se desentiende de su sustancia, de sus ciudadanos? Llegar hasta aquí, ha sido posible merced a un primer gesto de tantos antaño, de otros y otras hoy mismo. Muchas opciones de vida son posibles cuando ejemplifican que propiciar la autonomía y procurar cuidados son atributos de especie, no renta malgastada. Estamos aquí por muchas. Por muchos. Todos deberíais poder estar aquí en el futuro.

Aun merced a la fuerza de ellas, de ellos, nos sentimos exhaustos cuando escuchamos que para nosotros hay leyes “inviables” y que nuestra suerte está ligada a lo que se pueda hacer, a la voluntariedad o al albur de lo que dejen los bancos y su ganado en los abrevaderos. No cuadran nuestras cuentas con la incapacidad de sumar de este modelo de Estado. Por eso, a similitud de algún militar que dijo regalar un reino a España, hacemos suma y sigue de nuestro saldo para el uso y gasto que hemos dado a esas leyes inviables, el regalo de reino de igualdad social que venimos haciendo y representamos.

Sumen por si es poco. Por montañas de pañales usados retirados con limpieza y dignidad, millones de euros; por salarios de miseria de las mujeres apartadas sin futuro del mercado laboral, millones de euros; por profesionales y terapias que mantenían resistencia vital, millones de euros; por atisbar la independencia y la autonomía física y moral, millones de euros; por guantes perfumados para mitigar el hedor de pasar páginas donde campea la corrupción asistida por el estado, millones de euros; y, finalmente, por la paciencia de no cruzar la cara a todos cuantos se han comido este país a dentelladas con el babero de la ley, el impagable valor en diamantes de demasiadas vidas menoscabadas en dignidad y respeto. El mismo que han perdido a este Estado y sus gobiernos.

Foro de Vida Independiente y Divertad

Septiembre de 2014.

DERECHOS HUMANOS ¡YA!

“NADA SOBRE NOSOTROS/AS SIN NOSOTROS/AS”