Anecdotario de un septiembre esperanzador. (Apuntes de una creadora de sueños)

Mucho se ha escrito y hablado de los hechos acontecidos por el Foro de Vida Independiente en septiembre de 2006, y que ya por siempre han quedado inscritos por numerosos documentos, en la Historia de los Derechos Humanos, que jamás nadie del foro podrá ni olvidar, ni borrar.

Mi llegada a Madrid fue el día 6, de una mañana luminosa por el sol que me recibió a la salida de la estación de Atocha, claro que también estaba esperando el conductor del eurotaxi, pero este no ilumino más que su cartera cuando le pague el recorrido.

Encuentro con los compañeros del FVI, quienes ya habían iniciado sus paseos con globos verdes y blancos, conocimiento de quienes aun no conocía, besos, abrazos y me integro a los paseos, con el uniforme correspondiente de camiseta verde, bocadillo blanco y en el centro la palabra «I=DAD», con el texto elegido de:

«La esperanza la pongo yo» «La igualdad la pone usted».

También colocaron en mi silla sendos globos, que debo reconocer que quité tras el almuerzo, pues con el aire se ponían delante de mi cara, sin ver por donde rodaba, con alto riesgo para mi vida y de los viandantes que se cruzaban en mí camino.

Continuamos por la tarde con los paseos, hasta que los elementos de la naturaleza irrumpieron con rayos, truenos y un gran aguacero, que nos hizo dispersarnos hasta la mañana siguiente, en la que se me había encomendado la misión, de entrar «por la cara» al Congreso de los Diputados y entregar en mano una carta dirigida al Pte. Del Congreso Sr. Marín, (no sé porqué me tocan siempre estas acciones).

Así que a primera hora del día 7, me persone en la puerta y le indique al guardia de turno que tenía que entrar y hablar personalmente con el susodicho, ¿pero oiga, usted tiene cita? -pues no, pero dígale que estoy aquí y vera que pronto sale- ¡tendré que consultarlo con el Comisario! -Consulte, consulte, mire, mientras consulta me voy a poner aquí dentro, que da el sol y así no molesto en la entrada – (la puerta de la verja es pequeña e impedía el paso a los/las Diputados, que empezaban a llegar).

De reojo vi al guardia que se acercaba con otro ídem, pero con más galones, claro que para entonces ya tenia a mi alrededor un pequeño grupo cambiante de personas (diputados) que se paraban a saludarme, vamos que aquello parecía un besamanos en la entrada del Congreso. Ante aquella situación el comisario debió pensar que era persona de confianza (ni el DNI me pidió) y se limito a acompañarme hasta la puerta del despacho de D. Manuel Marín, donde salio el Jefe del Gabinete y me explico que estaban reunidos porque esa tarde tenían un pleno muy importante, pero que él personalmente le hacia entrega de mis documentos, a lo que le respondí que estaba de acuerdo, siempre y cuando lo pasaran por registro y me dieran una copia firmada, a los 10 minutos salio la secretaria con toda la gestión hecha y me pidió disculpas nuevamente en nombre de su jefe, y como no podía ser de otra forma (ya me conocéis) me hice una foto con ella, como justificante de mi entrada.

Inmediatamente llame a J. Romañach, para decirle eso de misión cumplida y quién, riéndose, me dijo que era su héroe, (la verdad es que ya es la tercera vez que entro por el morro al Congreso) gran alboroto de los paseantes del FVI, al verme salir con los papeles en mano y seguimos paseando en grupos reducidos, ah! de paso me hice una foto con un cachas que custodiaba la entrada de un Hotel, ná, un poquito de alegría pá el cuerpo.

Una vez informados que esa tarde tenían pleno en la Cámara Baja, quedamos a una hora concreta en los jardines de enfrente y unos cuantos nos dirigimos a tomar unas viandas a un restaurante cercano, no fuera que acordonaran la zona (como así ocurrió) y no nos dejaran pasar, la cosa es que almorzamos estupendamente y bebimos unas sidras escanciadas por Daniel, que casi nos hicieron llegar tarde… para estar seguros que nos dejarían acercarnos al Congreso, algunas/os hicimos sendas llamadas telefónicas a ahijados y conocidos con el fin de que se acercaran a nosotros y entregarles el documento que para la ocasión se había preparado desde el FVI, estas llamadas dieron buen resultado y no solo nos permitieron (la policía nacional) estar en la acera de enfrente, sino que además salieron algunos funcionarios para confirmarles que efectivamente iban a venir algunos diputados a reunirse con nosotros, y os aseguro que vinieron todos/as, también por si queríamos agua o refrescos mientras esperábamos, aunque lo más fuerte fue qué por error (no sé si por la sidra o que) les entregamos a todos un Comunicado para la Prensa , pero oye… nadie es perfecto y las/los diputados se quedaron tan contentos con el panfleto.

Más tarde al reunirnos con quienes no habían conseguido pasar el cordón policial, todo eran risas contando lo sucedido porque era para troncharse; yo pasando de la «poli» y como la calle estaba cortada, salía a toda velocidad para parar a los políticos repartiendo papeles a todos los coches oficiales que paraban, Alejandro que decidió ponerse de pie, justo cuando se acercaron unos diputados y no pudo hablar con ellos, Mariola pidiendo por favor a los «polis» que dejaran pasar a otros compañeros, el cámara de «sin antena» que llego cargado de botellas de agua cuando nos las estaban ofreciendo desde el interior, una diputada que quería una camiseta como la mía y yo queriéndosela cambiar por enmiendas del Anteproyecto de Ley, hasta me dio tiempo de poner una reclamación, en el edificio que han tenido que ampliar para oficinas, porque no tenían baño adaptado (entre 3 diputadas me pasaron en andas a la taza, más que nada para que se dieran cuenta de lo que nos encontramos cada día), tras la reclamación resulto que si, tenían un solo baño en la planta baja, pero ya nos habíamos recorrido siete plantas, en fin agotador…

Como los «eurotaxis» me resultaban muy caros, empecé a callejear y conocer algunas líneas de autobuses, aunque llegaba antes rodando, (gracias a mi silla que se porto como una jabata) incluso algunos compañeros se asombraban de lo rápida que llegaba a los puntos de encuentro, despedidas de quienes nos dejaban, saludos a quienes llegaban… así transcurrieron los días previos al encierro, en los que como mujer previsora iba llenando mi mochila de alimentos no perecederos, barritas energéticas, algunos zumos, batidos de chocolate, un termo con café, galletas, juegos de mesa, una colchoneta, manta de viaje, etc., (tener en cuenta que mi encierro era indefinido) y a más de uno le vino muy bien estas cosillas.

Y por fin la reunión nocturna del día antes, ya estábamos todas y todos frente a frente, donde nos indicarían el lugar exacto del encierro, éramos tantos que no cabíamos en el interior del cafeto, que gracias a Iñaki nos habían prestado para esta «quedada clandestina». Menuda experiencia, se notaba el nerviosismo, la incertidumbre, la necesidad de que todo saliera bien, que nada ni nadie abortara nuestra entrada, teníamos que pasar lo más desapercibidos posible, (un poco difícil, dado el lugar y la cantidad de sillas de ruedas, andadores y maletas) pero bueno no se podía hacer de otra forma, el cualquier otro sitio seria más de lo mismo y siempre nos quedaba el plan B, de Javier (o el C, que yo también tenia otro) hasta creo se hizo una porra sobre el tiempo que tardaban en desalojarnos, Pilar (estupenda y gran mujer) decía que ni una hora, mientras su marido (Jesús) apostaba por mucho más, entre cervecitas y frutos secos, nos íbamos motivando e incluso aventurábamos las posibles opciones de esta singular acción que nadie esperaba, menos de un colectivo como el nuestro. Se hizo muy tarde, nadie quería marcharse a descansar pero era necesario, ni cuenta nos dimos que estábamos sin cenar, dimos por terminada la sesión y empezamos a dispersarnos, cada mochuelo a su nido que, teníamos que madrugar para entrar escalonadamente en el IMSERSO.

DIA 12 DE SEPTIEMBRE DE 2006 «EL ENCIERRO»

Me desperté muy temprano, antes de que vinieran a levantarme, no había descansado casi nada, desde la cama repase todos mis bártulos ya preparados, estaba motivada, llena de energía para este gran día y los que fuesen necesarios.

Tras desayunar rápidamente, salí a la calle donde me esperaba un taxi adaptado que me llevo a mi destino puntualmente, el lugar aun estaba cerrado al publico y la reja de la calle solo estaba parcialmente abierta para el acceso de las/os trabajadores, vi a Adolfo con su hija, nos saludamos éramos los primeros, les dije que me disponía a entrar ya y así lo hice…

Imaginaros, las pintas que llevaba: en la parte posterior de mi respaldo una gran mochila, sobre mis pies una trolley, en mi regazo otra mochila llena de alimentos y a mi izquierda, el bolso con mi documentación, eso si una chaqueta de chándal que tapaba el uniforme de I=DAD. Bueno pues aun así nadie me paro, con deciros que tuve que dirigirme a un guardia para preguntarle que si no me iban a pasar los bultos por el escáner, (oye, que luego pasa lo que pasa) el hombre se quedo tan parado que solo me pregunto a donde iba, y le dije que terminaba de llegar de viaje y había quedado con una funcionaria en la cafetería, me puso un papelito en la chaqueta y para dentro…

Estaba yo re-desayunando, cuando vi a Jesús por los jardines interiores, acto seguido empezaron a desfilar caras conocidas, Amparo y Modesto que llevaban un gran maletón, se sentaron en otra mesa para disimular, pero la verdad es que la cosa ya era evidente, «pero, si ocupábamos todos los rincones», tanto de la cafetería, como del Hall y el jardín, que era el sitio donde se podía fumar. Los guardias jurados nos miraban y comentaban entre ellos, pero claro, tampoco hacíamos nada extraño…

En un momento determinado, alguien dio la orden que estábamos esperando… ¡A la tercera planta!

Y entonces si que pillamos a todo el mundo por sorpresa, un batallón de más de 30 personas, subiendo por unas rampas a toda pastilla, cargados con maletas, mochilas, cámaras, trípodes, etc., hasta el despacho del Director General del IMSERSO.

Yo creo que si nos cronometran, ganamos algún premio Guinnes a la velocidad más disparatada, porque en la vida se había visto a un puñado de cascaos (como diría nuestro compañero Vicente), (con ayuda o sin ella) correr a la velocidad del rayo, vamos… como que llegamos volando, el personal salía de sus despachos al pasillo y se miraban extrañados, porque claro no entendían absolutamente nada.

Nuestra intención era entrar directamente, a la ante sala del mismo despacho del Dir. General, pero una secretaria nos impidió el paso y le tuvimos que pedir hablar con él, diciéndonos que estaba muy ocupado y no podía recibirnos, aviso a un tal José M. García a quien ya le explicamos parte de nuestras intenciones, mientras este buen hombre fue a hablar con su jefe, entonces si aprovechamos para colarnos en la ante-sala, donde habían unos sillones que juntamos a modo de sofás y dejando espacio para meter todos nuestros bártulos y enseres.

Salio el director general y le dijimos nuestra posición y exigencias, que queríamos hablar personalmente con el Presidente del Gobierno, antes que el anteproyecto de Ley se votase en el Congreso de los Diputados, y que no pensábamos movernos hasta que nos escuchara, por lo que sintiéndolo mucho a él le había tocado el marrón de intermediario y ponernos en contacto, esté intento por todos los medios que cejáramos en nuestro empeño, pero viendo que de allí no nos movía nadie, se fue a su despacho para realizar las gestiones.

Hasta primeras horas de la tarde, nadie nos impidió bajar a la cafetería o al jardín, siempre que no saliéramos del edificio y dentro del horario al publico, eso si, discretamente los guardias se comunicaban y estaban presentes allá donde fuésemos, tanto en conjunto como por separado.

Entonces recibimos la primera llamada, el ministro Jesús Caldera, nos podía recibir en la puerta del Congreso, unos 5 minutos. Naturalmente no aceptamos, esto no era más que una estrategia para sacarnos de nuestro encierro y así se lo hizo saber nuestro portavoz, Antón Novoa.

A todo esto, empezaron a llamarme de Conselleria de Bienestar Social de Valencia, para saber de primera mano como nos encontrábamos, (todos y principalmente las 5 personas de la comunidad) que ellos hasta que no recibieran el «buro-Fax» oficial del Ministerio del Interior, no podían hacer nada aunque estaban con nosotros.

Fue transcurriendo la tarde y mientras unos guardias nos decían que estaban a nuestro favor, otros que no les hiciéramos la guarrada de quedarnos porque ellos también tendrían que hacerlo, (lo que se llama poli bueno, poli malo) nos percatamos de la situación, cuando cada X tiempo nos contaban, para que no se les escapara ninguno, así que teníamos que estar todas/os juntos y solo podíamos bajar de la tercera, para abandonar el encierro. Por lo que pasamos de 29 fijos a 23 por la noche, unas/os porque tenían que marcharse, otros que al salir para recoger medicamentos y mantas, no les dejaron entrar y dos más como la indisposición de Rosa Conca, en la que pasamos unos momentos difíciles ya que tuvo que salir el director a comprobar que efectivamente se encontraba muy mal, que fue cuando accedieron a avisar a las ambulancias.

Entonces inesperadamente, llego un hombre que se identifico (creo), como alguien de Defensa Nacional… muy déspotamente pidió hablar solo con el portavoz, (ni nos miro a la cara) y sin más se metió en el despacho del director, acto seguido entro Antón, que no tardo mucho en salir para contarnos la propuesta de este individuo; Nos ofrecía salir en ese momento y hacernos una foto en la entrada del IMSERSO o que tendrían que desalojarnos. ¡Increíble! Fuera estaba lloviendo, cierto que en la entrada al edificio habían coches de policía nacional, pero lo más lógico era, que si salíamos, lo de la foto del todo absurdo y salir en una noche de perros… ¿adonde íbamos 21 personas, la mayoría de fuera de Madrid? Decidimos que allí nos quedábamos con todas las consecuencias, y así se lo transmitió nuestro portavoz, el hombre se marcho enfadado pero bueno era su problema, al FVI no se nos compra con una foto… que entraran a desalojarnos si se atrevían.

Nos organizamos de forma que si entraban, las sillas manuales y las/os verticales, quedaran al fondo de nuestro improvisado habitáculo y quienes llevábamos sillas eléctricas pesadas, delante… que intentaran moverlas o levantarlas.

Pero nada de esto paso, lo único es que no podíamos permanecer en la ante-sala porque iban a cerrar las puertas y no tendríamos acceso a los baños adaptados. Que nos permitían pasar la noche en el pasillo de esa plata, les preguntamos si podíamos sacar los sillones y nos dijeron que no, los Ascensores desconectados, también que iban a cortar la luz, así que si algunos llevábamos respiradores lo mejor es que nos marchásemos. Ni así consiguieron su propósito y allí fuera en un gran pasillo nos quedamos, con lo que no contamos fue que nos dejaran la luz encendida toda la noche, aun menos que no desconectaran el aire acondicionado y más que el hilo musical estuviera en marcha y no precisamente con música suave.

Vimos como entraban una gran bandeja de alimentos al despacho del director, (quien se quedo toda la noche, pero estamos seguros durmió en un sofá-cama mullidito) y nosotros, incrédulos, pensando que igual nos sacaban algún alimento. Repartimos entre todas/os los que habíamos conseguido pasar y cenamos, saludamos con linternas y encendedores al equipo de apoyo que teníamos en la calle, Marita, Alejandro, Antonio, Braulia, Juan Carlos, Sara, y muchos más, incluida nuestra pequeña mascota perruna, ya que sus papas estaban dentro. Para mi era muy importante verles allí, me daban mucha fuerza, a todos nos la daban, les chillábamos desde la altura, aunque no nos oían, (era más un escape de nuestros sentimientos de gratitud hacia ellos, que estaban allí, a todo el Foro que nos constaba, por las llamadas recibidas estaban luchando con nosotros) fue muy emotivo y hasta encendieron los encendedores a titulo de velas y me cantaron el cumpleaños feliz y todo.

Luego fue lo más duro… dormir o al menos intentarlo, los APs., fantásticos, Ángel e Iñaki, junto con las/os acompañantes y hasta el cámara, se multiplicaban para acomodarnos, un felpudo de colchón en el suelo, un apoya pies de almohada, cualquier caja o utensilio de oficina nos servia, quizás yo era la más afortunada pues mi silla me permite dormir horizontalmente, así que busque un rincón donde no me diera mucha luz y me tape con mi manta, la cabeza la cubrí con una camiseta y me dormí… no sé la hora, pero era muy temprano cuando unas voces me despertaron, hablaban de temas personales y se reían fuertemente, justo a mi lado… (Yo tengo un pequeño problema y es que si me despiertan y no me movilizan todas mis articulaciones, me quedo rígida con un gran dolor) como pude con los dientes, aparte la camiseta que cubría mi cara y vi a los tres guardias de pie, delante de mis narices y les dije; -¿qué, no hay otro sitio donde contar vuestras batallas?- a lo que contestaron; ¡vaya! Por fin te has despertado y cuando iba a cargar toda mi cólera hacia ellos, (porque moverme no podía) llego Ángel corriendo y empezó a movilizarme, cuando calmo mi dolor ellos ya se habían dispersado, más tarde cuando le pedí explicaciones a uno de ellos, me dijo que cumplían ordenes y me dejaron tranquila hasta el amanecer, como yo era la única que dormía placidamente… ¡menudos sinvergüenzas!

Poco a poco, nos fueron despertando e indicándonos que teníamos que volver a nuestro refugio del día anterior, o sea, que ahora no les interesaba que nos viera nadie, recogimos todo y lo dejamos tal cual estaba. De nuevo en la ante-sala, empezaron a llegar las/os funcionarias/os y trabajadores, a las 8:30 sabíamos abrían la cafetería, y siempre quedando alguien de guardia (ya no nos fiábamos de nadie) algunos hicimos intención de bajar a desayunar y llenar el termo con café, nos lo prohibieron directamente, no podíamos salir de la dependencia. Tras largas negociaciones de Antón, dijeron que pasáramos a la sala de Reuniones donde nos subirían el desayuno, como pasaba el tiempo y teníamos un hambre garrafal, se lo hicimos saber al director quien le dijo a nuestro portavoz, que éramos muchos para subir los desayunos, por lo que (haciéndonos un favor) podíamos bajar de dos en dos, acompañados por los guardias.

¡¡Vamos que para cuando subiera la última pareja, ya era la hora de cenar!! Y además, sin saber como habíamos pasado de un «ENCIERRO», a un verdadero «SECUESTRO».

Ya hartos salimos nuevamente al pasillo, -de dos en dos, nos decían los guardias- (tres de los cuales, nos cortaban el paso hacia la rampa, única forma de bajar) Javier y yo ni lo pensamos, cogimos carrera con nuestras sillas y arremetimos contra la barrera humana, logrando nuestro propósito de bajar por la rampa, algunos nos siguieron, otros aprovechando la coyuntura se dirigieron a los ascensores del otro extremo del pasillo, que si funcionaban. De esta forma logramos desayunar casi la mitad, los guardias todo el rato a nuestro lado y seguían pasando lista numérica… si alguien salía a fumar un cigarrillo o entraba al baño, allí había un guardia pendiente.

Cuando subimos para que pudieran bajar Antón y otros, Javier y yo estuvimos hablando con el Asesor Jurídico, quién aunque entendía nuestra postura, no la compartía explicándonos que estas cosas se hacían de otras maneras. Se acerco José M García y le pedimos hablar con él en privado, pasándonos a su despacho, donde ya nos enteramos que el misterioso hombre de la noche anterior, no había podido desalojarnos puesto que el Juez no le dio el permiso correspondiente, también que algunos diputados se habían interesado por nuestra situación. Javier le informo que, puesto esta situación se les había ido de las manos, saltándose el protocolo de obligación de darnos alimentos y no sé que más, podíamos no solo denunciarles, sino ponerlo al descubierto por medio de la prensa a la opinión pública, y que sus superiores buscarían una cabeza de turco y fijo que le tocaba a él. (Se quedo bastante preocupado, ya conocéis a Javier lo convincente que es) Al salir otra vez al pasillo, no me lo pensé dos veces y tras llamar a Ismael, para que me consiguiera el telf., de La Moncloa llame al despacho del Presidente. Pedí me pasaran con la persona que tengo de contacto como «madrina», pero no estaba y le explique todo lo acontecido desde el día anterior a su secretaria y a la Jefa del Gabinete de Presidencia, me aseguraron que no sabían nada (lo dudo) y que en 15 minutos me llamaban. A los 10 min., recibí la llamada, asegurándome que Zapatero le había dado ordenes a Caldera para que atendiera nuestras peticiones y que este ultimo, en persona nos llamaría para llegar a un acuerdo.

Efectivamente a poco, salio el director del IMSERSO para comunicarnos que el Ministro Caldera estaba al teléfono, (yo no me lo podía creer) entro nuestro Antón que ya estaba más que agotado y tardo un rato en salir… La opción era, un compromiso en firme de reunirnos esa misma tarde en el Ministerio, unas 5 personas del FVI, junto a él y su equipo, donde se negociarían nuestras peticiones.

He de decir que cinco de los presentes nos negamos a abandonar el encierro, sin estar completamente seguras/os de una negociación de palabra, estas personas éramos; Amparo Camps, Modesto, Patxi, Manuel Lobato y yo misma. Incluso Patxi, amenazo con ponerse en ese mismo momento en huelga de hambre. Comprender que no podíamos permitir que nos tomaran más el pelo, que tanto física como psicológicamente, nos habían hecho mucho daño en 24 horas, yo al menos no me lo podía permitir, prefería seguir como estaba a una nueva mentira o puñalada trapera, con tal que saliéramos.

Por otra parte, nuestros compañeras/os nos decían que era una salida digna, que solo 5 personas era una locura, no teníamos fuerza como para aguantar más vejaciones y que los medios, pese a lo mucho que se interesaban, estaban vetados… y esto si nos habían demostrado, era verdad.

Le dijimos a Caldera que aceptábamos y empezamos a salir todos del edificio, la gente de los despachos se despedía de nosotros, nos animaban con palabras, de suerte, lo vais a conseguir y un montón de parabienes…

Cuando respire la primera bocanada de aire de libertad, me puse a llorar como una idiota, no sabia porque, estaba confusa y nada convencida si era esto lo correcto, Tomi Ojeda me abrazaba, Ángel me besaba, todos me animaban, allí fuera tras la verja, creo que nos aplaudían y estaba lleno de periodistas… pero, a mi me dio por llorar, algo de mi se había quedado en aquella tercera planta del IMSERSO.

El resto, ya lo conocéis… tan solo, daros las gracias a todas y todos, sin vosotras/os nada hubiera sido posible.

Rosa Segrelles (Valencia)