Tras la publicación en El Periódico, y con ecos en EFE y ABC, al menos, de una noticia sobre Nuria, la mujer tetrapléjica que hizo una pregunta incómoda, como persona que vive en en situación de dependencia, como dis-ciudadano, debo protestar ante lo que considero un ataque gratuito hacia la protagonista dicha noticia.
Considero que esta persona ha tratado de exponer de una forma valiosa, clara, sintética y entendible, en un medio de comunicación público, la situación generalizada de miles de personas que son discriminadas sistemáticamente y que han aceptado un rol de ciudadanos de menor valía, o de categoría inferior, cuyo papel en la sociedad es el de aceptar ser cosificados y utilizados como materia prima de la industria de la segregación o como iconos de la caridad pública o privada.
Tal ha sido el pecado por el que se encausa a Nuria, ponerse en la situación de miles de personas para exponer la contradicción existente entre una retórica política que alimenta expectativas de ciudadanía y la realidad palpable, explicando el divorcio entre los derechos formales y la realidad existencial de las personas en situación de dependencia.
Los medios de comunicación, con su imaginería, a menudo contribuyen a la legitimación de estereotipos orientados a desvalorizarnos o significarnos como seres impropios de la sociedad humana, hasta puntos indignantes, como el traído en el tendencioso artículo que refrenda en el rancio estereotipo del “minusválido perverso”. Sólo por no haber desempeñado el rol de “buena minusválida”, exponiendo de forma simple y llana el conflicto e inquiriendo a una persona poderosa ante los ojos de la audiencia.
El debate se sale del marco donde lo encuadran, es mucho más profundo: no puede limitarse a las trivialidades de la cosmética electoral (sea del orden que sea) y no debe estar orientado por la animadversión. La prensa tiene mucho que ofrecer para la construcción de la ciudadanía de las personas con diversidad funcional, a veces con una actitud receptiva hacia la disconformidad de esta minoría, y otras simplemente evitando invectivas que no están orientadas a poner valor en nuestras vidas, sino todo lo contrario.
Creo que la valerosa intervención de Nuria merece una más aguda reflexión, porque es una cuestión de derechos humanos.
Gracias Nuria!!!
14/10/2010. Autor: José Antonio Nóvoa