La asistencia personal: experiencia de una usuaria en Gipuzkoa

por Mentxu Arrieta
jaujauma@yahoo.es
Mentxu Arrieta es impulsora y usuaria del programa de Asistencia Personal de Gipuzkoa. Está licenciada en Psicología por la Universidad del País Vasco, diplomada en Criminología y doctorada en Psicología Social.

Intervención de Mentxu Arrieta en el marco de la jornada "La Asistencia Personal en los programas de Vida Independiente", celebrada en Sestao, (Bilbao, Vizcaya), el 14 de diciembre de 2011 y organizada por la Federación HELDU.

¡Buenos días!

Para empezar, quiero agradecer a la Federación HELDU de Vizcaya por la gentileza de invitarme como ponente a esta Jornada sobre Asistencia Personal; en especial a María José y, por supuesto, a ustedes por su interés. Eventos como este, además de enriquecernos, nos ayudan a aclararnos las cosas y así poder seguir en la lucha diaria.

Voy a compartirles mi experiencia con la asistencia personal antes y después del Programa Vida Independiente de Gipúzcoa. Es decir, pasado y presente. Y como un ejercicio de responsabilidad, de cara al futuro, permítanme finalizar con unas reflexiones acerca de lo que nos está tocando vivir a todos.

Soy de las afortunadas que siempre he podido contar con mis padres. Má en casa dispuesta a ser mis brazos y piernas las 24 horas. Pa trabajando de lunes a domingo, 16 horas diarias. Ambos tuvieron que aparcar sus proyectos personales y de pareja para sacarnos adelante. Cinco años antes de nacer yo, vino al mundo Lourdes. Las dos con la misma diversidad funcional. Cuando má se embarazó de mí, esperaban a alguien «normal», para que mi hermana tuviese apoyo físico en un futuro, pero les salí rana.

Mi madre nunca fue persona de lamentaciones y desde el principio asumió su reto: Madre, esposa y A.P. Esto último hasta una edad avanzada. Nos daba de comer, nos lavaba, llevaba al baño, cocinaba, nos hacía hacer los ejercicios en casa, nos llevaba donde hiciese falta. Además de encargarse de nosotras, de las cosas de casa, hacía las compras, las gestiones, y encima, se hacía unos duros extra yendo a trabajar a otras casas para hacer limpieza. Tuvo que ser nuestra maestra, enseñándonos a leer, escribir y las operaciones matemáticas elementales porque por aquella época, ningún colegio nos admitía. Mi madre era una auténtica “todo terreno”.

Como comprenderán, aquello resultaba muy estresante, tanto para ella que no paraba ni un momento, como para nosotras que la vivíamos con tan poca calma. En muchos momentos de mi vida pensé que no había derecho de que mi madre llevara una vida tan acelerada y con tantos quehaceres. Nos acostumbramos a su ritmo precipitado pero no a su tensión. Mi padre llegaba cansado de tanto currar y no le quedaba mucho tiempo de ayudar a mi madre.

Hace unos 20 años, me propuse hacer un viaje de vacaciones. Pero viajar sola, sin mis padres. Recurrí a un programa de la diputación. Ellos te asignaban un asistente personal hasta por 15 días al año. Tú te encargabas de pagarle su salario y todos sus gastos.

Este episodio me permitió experimentar y aquilatar en nuevas perspectivas, el valor de la independencia; algo que desde niña, mis padres me lo habían inculcado: depender lo menos posible de los demás y que si necesitaba de alguien, que le pagase debidamente y nunca ser una carga para nadie.

A partir de entonces, para cosas muy puntuales, contrataba asistentes personales; por horas o por días. Felizmente, cada vez era más frecuente encontrar gente que se esmeraban en lo que hacían, a cambio de ganarse un dinero extra. Se les llamaba “cuidadores” o “ayudantes”. En un principio, el trabajo lo hacían enfermeras o personas que habían transcurrido el camino de la sanidad. Por otro lado, el paso del tiempo, como es lógico, empezó a mermar la energía de mis padres. Su actitud y voluntad siempre eran la misma, pero su vitalidad ya la marcaba la edad. Tampoco me parecía justo que tuviesen que atenderme todos los días. Vamos, que son mis padres, no mis brazos, manos y piernas.

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces. Mi hermana y yo recorrimos sanatorios, hospitales y centros de rehabilitación de todo tipo. Esto me permitió recibir toda clase de trato y maltrato de enfermeras, auxiliares, monjas, cuidadores y “especialistas”. Aprendí a establecer claramente la diferencia de relación entre esas personas y el resto, que como nosotras, no teníamos entonces, más alternativa que resignarnos. Total, nunca nadie nos habló acerca de nuestros derechos, ni de accesibilidad, ni nada parecido. Con mi hermana tuvimos que crear un método propio para poder comunicarnos. Yo me doctoré en Sicología con el grado Cum Laude, saqué otras titulaciones y trabajamos. Tuvimos que trabajar mucho, haciendo un sinfín de cosas hasta jubilamos.

Nunca será lo mismo una madre que un Asistente personal, que es una persona ajena a ti. Con los aitás la relación SIEMPRE será la de una madre o madre “ayudando” a su hija discapacitada. No puede ser de otra manera. Nunca serás una usuaria ni la jefe. Invariablemente serás la hija. No tienes la misma libertad y tu crecimiento personal se verá limitado. A tus padres difícilmente podrás llamarles la atención si como cualquier ser humano se equivocan. Muchas veces tus intereses chocarán con los suyos y puedes salir perdiendo, eso sin hablar del mal rato que pasas. Una relación con los padres nunca estará exenta de las subjetividades producto de la jerarquización familiar. Y ni qué decir de las tensiones propias de una relación a tiempo completo y sin fecha de caducidad.

Cuando compré mi piso, decidí contratar una asistente personal que viniera a casa todas las mañanas para ayudarme con el aseo, vestirme y que me llevara al trabajo. Como me había metido en una hipoteca, apenas podía estar con ella el tiempo justo, y nada más, pero al menos pude aligerar un poco el trabajo de mis padres.

Esto supuso una solución no sólo para mí.También a casa trajo un ambiente más relajado, con menos quehaceres para mis padres; se llevaba un ritmo más distendido, más humano. En definitiva, todos disfrutábamos de una mayor calidad de vida, con menos broncas, sinsabores, tensiones ni gratuitos remordimientos. Esto me permitió empezar a manejar las riendas de mi vida y tomar consciencia de una necesidad imperiosa: La asistencia personal como derecho fundamental. Así, la experiencia vivida, mis estudios universitarios, y la tesis doctoral me facilitaron comprender la evolución de los conceptos y modelos de enfoque social respecto a diversidad funcional.

Como ya ha comentado antes Xabier Urmeneta, en Gipuzkoa el programa Vida Independiente, inspirado en la filosofía del mismo nombre fue creado por la diputación foral, y lo gestionan funcionarios bastante identificados con dicha doctrina. Hasta el momento las cosas funcionan bien. Somos aproximadamente 40 los beneficiarios y afortunadamente tenemos las puertas abiertas a sus despachos para resolver cualquier problema o consulta. No tenemos participación en el manejo y gestión económica; sin embargo, percibimos el trabajo que hacen, como muy transparente y profesional. Son muy exigentes y escrupulosos a la hora de evaluar una solicitud, emitir una resolución y hacer el seguimiento al usuario.

Mi hermana y yo nos enteramos de su existencia recién en 2008, e inmediatamente solicitamos nuestra incorporación. Las resoluciones aprobatorias las tuvimos al año siguiente y finalmente pudimos contratar los asistentes personales por más horas diarias, incluidos los fines de semana.

La premisa en la que se basa el programa, es también su principal virtud: Tenemos carencias biológicas de diversa índole. Eso está claro. Pero esas carencias de miembros, de sentidos, de facultades, pueden ser resueltas por otras personas. Por ejemplo, yo necesito manos y piernas que funcionen 16 horas diarias, los 7 días de la semana. Como no los tengo, el programa me concede una asignación mensual para contratar a 2 asistentes personales. Esto permite hacerles un contrato de trabajo, pagarles un salario justo, tienen vacaciones, 14 pagas al año y cotizan a la Seguridad Social. Esas dos personas vienen a ser mis extremidades, pero no mi mente ni mi corazón. No toman decisiones ni sienten por mí. Puedo irme de viaje y llevo uno. Obviamente le pago todos sus gastos y negocio sus horas extras.

Uno de los contras que veo en el programa de Vida Independiente es que se exige tener casa propia y eso me parece incongruente. Si a la gente “normal” le cuesta comprar una casa, ¿Cuánto más le costará a una persona con diversidad funcional? No creo que sea un requisito justo. Por otro lado, si el D.F. quiere o decide vivir con sus padres o en la casa familiar, pierde la asignación. Ya, ya, ya sabemos que existe mucha picaresca en este tema, lo cual obliga a la diputación a tomar sus precauciones. Sin embargo a la larga, tarde o temprano, la necesidad de independencia terminará empujando al usuario a contratar los servicios regulares de asistencia personal.

A todo esto, me surge una reflexión: Sería perfectamente lícito si alguien desea contratar como A.P. a un familiar. Creo que lo importante es que le asigne un salario justo, le pague su seguridad social y justifique al programa los pagos realizados de acuerdo al marco legal vigente, y sobretodo, esté conforme con su decisión. Recuerden que la Ley de Dependencia reconoce la validez de esta responsabilidad a cargo de un familiar. Lo brutalmente injusto de esta ley es que por tratarse de un familiar, le reconoce una asignación que no llega a los 300 euros mensuales. Y eso ¿qué es? ¿Es un salario, una paga o una limosna? Me gustaría saber porqué hasta la fecha los sindicatos callan al respecto. ¿Es que acaso les parece esa una cantidad digna por asistir a una persona con discapacidad, un promedio de 16 horas diarias, 7 días a la semana, 30 días al mes, durante años? Para entendernos, eso es el salario mínimo interprofesional promedio de un obrero sudamericano por trabajar exactamente la mitad de tiempo. A propósito de esto, justo la semana pasada, la fundación BBVA dio a conocer los primeros resultados de un trabajo de investigación dirigido por la doctora María Ángeles Durán Heras, que patrocina desde hace 5 años junto con el CSIC. Los resultados no tienen pierde:»Trabajando a partir de datos del INE llegamos a la conclusión de que el PIB español aumentaría en un 53% si se contabilizara el trabajo no remunerado, fundamentalmente el que se dedica a los cuidados personales de familiares, niños, enfermos, discapacitados y ancianos» . Y concluye que «cuantificar y valorar el trabajo no remunerado es importante ante retos como el del sistema de atención a la dependencia, que supone trasladar al mercado laboral el cuidado de diversos funcionales y mayores, antes desempeñado en el hogar por la familia». Y eso –repito- lo dicen la Fundación BBVA y el CSIC.

Y ya que hablamos de la Ley de marras, no olvidemos que casi todo su presupuesto y asignaciones adicionales, se dirigen fundamentalmente a instituciones, en lugar de personas; a diferencia del modelo planteado por Vida Independiente, diametralmente opuesto a los arquetipos obsoletos y anti natura de convivencia institucionalizada. Y esto representa una diferencia insoslayable. Poder vivir en tu entorno de siempre, rodeado de quienes quieres, sin tener que esclavizar a tus seres queridos, con la asistencia personal que tu mismo escoges y puedes pagar, significa el control de tu propia vida, el ejercicio de tu libertad; es, en resumen, el más auténtico reconocimiento a nuestra dignidad y derechos, que hemos tenido hasta la fecha.

En pocas palabras, todo ser humano con algún tipo de discapacidad la pasará infinitamente mejor en su ambiente natural, que en una residencia. Y esto no lo digo yo. Vayan a la página Web de la Fundación Matía. Lo dicen ellos y este cambio de chip se ha vuelto el pilar fundamental de sus actuaciones presentes y futuras. Es el resultado de 128 años de experiencia y de innovadores trabajos de investigación.

Adicionalmente, agregaría que la asistencia personal mediante el pago directo al usuario, no sólo es la alternativa más económica y eficiente; sino y sobre todo, es una fuente creadora de círculos virtuosos de creación de empleo, riqueza, prestigio, oportunidades, integración y una sustancial mejora en la calidad de vida del usuario, su familia y todos lo que le rodean.

Pero, y toda esta experiencia ¿qué es lo que me ha enseñado acerca de los asistentes personales? Pues lo primero, que encontrar un A.P. ideal, no es del todo realista. Partamos de la premisa básica: Son seres humanos, y por lo tanto, NO pueden ser perfectos. Pero ¿saben algo? La paradoja de todo esto es que la cercanía a un ideal no les corresponde a ellos, sino a nosotros. Estamos en la obligación de enseñarles, capacitarles de acuerdo a la justa medida de nuestras expectativas y necesidades. Tenemos el deber de pagarles un salario justo, reconocerles sus horas extras, prevenirles de enfermedades laborales, darles Seguridad Social, involucrarnos en su problemática laboral, darles vacaciones, no agobiarlos, en pocas palabras, ser justos. Sólo en la medida que lo seamos, podremos aspirar y exigir a un ser humano, que sea un A.P. (ideal); nunca uno perfecto, pero si –repito- que esté a la altura de nuestras expectativas y necesidades.

El respeto personal es fundamental. De sobra sabemos que la convivencia diaria no resulta nada fácil y por ello es mejor, en mi opinión, saber mantener ciertas distancias, marcar bien los límites, las fronteras. De ese modo, nadie se meterá en la vida de nadie y alejaremos los malentendidos. Pienso que en este sentido no existen normas y como cada A.P. es diferente, esto determinará el grado de confianza que pueda existir entre ambos. Lógicamente será imprescindible cultivar y cuidar una amistad que discurra siempre por esos finísimos límites que nos imponen el sentido común, la madurez y la búsqueda de la armonía en una convivencia que es a la vez, relación laboral con deberes y obligaciones, de ambas partes.

Corresponde a cada uno reconocer esas invisibles fronteras o “líneas rojas” y saber detenerse a tiempo. Recuerden siempre que aunque la relación entre un A.P. y un diverso funcional, suele ser muy personal, y el trato cotidiano de cierta intimidad, debemos tener siempre muy claro que se trata de una relación laboral en donde los roles del empleado y el empleador no pueden confundirse.

Hay otros aspectos muy importantes que me gustaría subrayar a título personal:

– Únicamente el D.F. es quien sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Y los asistentes con cierta experiencia coincidirán conmigo en que se cada usuario es un mundo aparte, donde la adaptación es una tarea en la que poco importa lo aprendido o cuánto se sabe del tema. Por lo tanto, cada vez que los AP’s no sepan algo o tengan dudas, deben preguntar directamente al interesado. De esa manera las cosas fluirán más naturalmente. A menudo, el Diverso Funcional puede tener dificultades para comunicarse verbalmente; pero ese hecho no debe ser un obstáculo. Si el A.P. tiene interés en su trabajo, paulatinamente pillará los trucos necesarios y no habrá problema. Eso si: la COMUNICACIÓN ES ESENCIAL.

– Por otro lado, es conveniente cultivar y mantener la discreción. Esto, más que consejo, es un mandamiento, y va muy ligado a la observancia de esas líneas rojas y no traspasarlas. No meterse en aspectos personales de la otra persona. Ya saben todo aquello de la ética laboral. Pues lo mismo. Tengan siempre presente que es una relación FUNDAMENTALMENTE, LABORAL y únicamente eso es lo que debe primar. Ambos deben procurar hablar lo menos posible del otro con terceros. ¿Recuerdan el tema de la confidencialidad de datos? Pues ténganlo bien presente y evítense líos gansos.

– Hoy en día se imparten muchos cursos de preparación y capacitación para formarse como ser asistente personal. Algunos organizadores lo presentan como una oportunidad de reciclaje laboral. Y la verdad, es que no es mala idea. Sin embargo, soy de las convencidas que la mejor instrucción viene de la experiencia, aunque no me cabe le menor duda que más tarde o más temprano la acreditación de un curso será necesaria para trabajar en este campo.

– Otro detalle a tomar en cuenta es que no es lo mismo trabajar cuidando a un enfermo, ayudando a un anciano o asistiendo a un diverso funcional. Si bien es cierto, en la gran mayoría de los casos la movilidad reducida es el común denominador, y esto condiciona el tipo de servicio o prestación. Me explico: Yo por ejemplo, soy una diversa funcional calificada como “gran dependiente”. Como habrán podido darse cuenta, mi principal limitación son los brazos, manos, piernas y pies. Lo que necesito es asistentes que cubran esas carencias. Aunque suene fuerte decirlo, necesito gente que cumpla las funciones que mis extremidades no pueden. No me sirve que sientan o piensen por mí. ¿Para qué? Mi corazón y mi cerebro están perfectos! Esto no quiere decir que cualquier tonto puede realizar el trabajo de mis AP’s. No, sería un gran error. Necesito que sea gente no solamente inteligente, sino también intuitiva, creativa y muy proactiva. Pero que no piensen por m, ni que intenten imponerme sus criterios, costumbres, formas o estilos. Única y exclusivamente yo puedo decidir por mí.

– Cierto es que para desempeñarse como A.P., no solamente basta tener ganas o estar desempleado y tener urgencia de un trabajo. Estoy convencida que hace falta mucha, pero mucha vocación, porque es un trabajo muy duro, demandante, que exige algo más que seriedad y responsabilidad. Se necesita entrega, comprensión, ganas de aprender permanentemente, muchísima paciencia, fuerza de voluntad, capacidad de establecer complicidades, buen humor a tope, sin que eso signifique ser un graciosillo. El A.P. necesariamente debe ser espabilado, atento, ordenado, limpio y gozar de excelente salud. Lo siento, pero de nada serviría alguien que constantemente se enferma, pide bajas, permisos o anda aquejado de una dolencia. Repito que es un trabajo duro.
Siempre es de valorar, por la suerte que ello significa, el surgimiento de una sólida y bien entendida amistad y hasta complicidad entre ambos. Demás está decir que esto facilita enormemente la labor. Pero si no brota naturalmente esa complicidad tampoco ocurre nada. Lo importante es que una buena relación basada en la confianza mutua.

Nadie nace sabiendo. Ni AP’s, ni usuarios tampoco. Hay que tener en cuenta que esto es algo nuevo para todos. La figura del asistente es nueva, a tal punto que muchos diversos funcionales no saben acerca de este derecho, ni las vías para acceder a uno. Y las reglas de juego se plantean, felizmente, en otros términos. Por eso ¡jolines!, debemos tener en cuenta que asumir las riendas de tu vida, pasados los 40 años, gracias a un extraño a quien únicamente te une un vínculo laboral, puede resultar algo inédito. Y en la medida que este derecho nos es inherente; también nuestra lucha por la conquista de los derechos de nuestros AP’s, también debe involucrarnos a todos. No es posible que en casi todo el estado, se les siga considerando empleadas del hogar. Por lo menos a partir del próximo año tendrán derecho a protección por accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; pero es absolutamente injusto y vejatorio que sigan sin tener derecho a paro, como si fuesen ciudadanos de segunda categoría, ante el beneplácito de autoridades, sindicatos y políticos de todos los colores.

Al mismo tiempo, soy consciente de lo que se ha logrado con la asistencia personal, porque esto NO es un regalo que nos cae del cielo, sino que es un DERECHO que tenemos todos los seres humanos que por razones de enfermedad, edad o diversidad funcional, tenemos la movilidad o capacidades síquicas, físicas o sensoriales, disminuidas. Es un derecho que debemos cuidar y mejorar. Y… no me hablen de crisis y tampoco me digan que no hay dinero (en el último punto me referiré a ello). Tenemos que reconocer que la gran mayoría de usuarios de la asistencia personal no piensan que es un derecho sino, como dije antes, que es un regalo que les cayó del cielo y que lo normal sería que en cualquier momento se lo quiten. Claro, ante esta actitud, el tema está estancado y no cunde. Es fuerte ver lo que ocurre y lo poco que se valora lo conquistado.

A partir de 2008 un grupo de beneficiarios del Vida Independiente en Gipuzkoa, empezó a plantearse la posibilidad de formar una cooperativa que los agrupara. La idea era, -ya saben- articularse, unirse para ser más fuertes, luchar por una Vida Independiente plena y que nuestros derechos fueran defendidos ante la administración. Cuatro de nosotros decidimos apostar por todo el colectivo, dando el primer paso para la creación de la cooperativa. Nos supuso una importante inversión de tiempo, dinero y esfuerzo. Desde el primer momento tuvimos el apoyo de los compañeros de Madrid orientándonos en todo lo referente al marco conceptual. Estamos legalmente constituidos desde el 3 de abril de 2009. Lo que significa que ya llevamos más de dos años.

Nuestro proyecto fue muy bien recibido por la Diputación Foral de Gipuzkoa. La diputada de asuntos sociales nos ofreció igualmente, todo su apoyo y colaboración.
La cooperativa se concibió para generar, proporcionar y gestionar un catálogo de servicios imprescindibles para nuestro colectivo, orientados a la organización y consolidación de los objetivos de Vida Independiente. Pretendimos también, en igual grado de importancia, la capacitación, y dignificación del asistente personal, revalorando su misión.

Quien nos impulsó a subirnos en este tren fue Manuel Lobato. Un gran visionario, auténtico luchador de la misma hornada que Alejandro Rodríguez Picavea, Antonio Centeno, Javier Romañach o Xabier Urmeneta. Gente esclarecida y valiosa, de los que hacen suya cualquier batalla contra una injusticia. Manolito en particular, siempre supo plantarle cara con firmeza y respeto a quien fuera necesario. Jamás agachó la mirada. Él hizo los primeros contactos sociales e institucionales proporcionándonos muchísima y valiosa información.
Él solía decir algo muy cierto: «Nadie debe decidir sobre cómo queremos vivir, según qué ingresos tengamos nosotros o nuestra familia. Ser gran dependiente no significa pasar la vida recluido en una residencia. El gobierno debe invertir en mi independencia para que de rebote yo pueda ser una fuente generadora de puestos de trabajo y de riqueza. Que a mis Asistentes Personales los elijo yo y debo de ser yo quien luche para que su situación laboral sea digna».

Al cabo de pocos años fuimos conscientes de nuestras limitaciones, además de lo complicado y costoso del reto. De momento, hemos decidido aparcar el proyecto. No lo hemos cerrado. Hemos pensado constituirnos en una
asociación que se denominará NERONI con una oficina virtual y objetivos tal vez menos ambiciosos, pero más pragmáticos.

Sin embargo, de momento, otro tema nos ha salido al frente capturando la atención y temores de todo el colectivo.

El panorama político y económico nos urge a replantearnos nuestra ubicación actual. Todo lo se que lee y escucha últimamente, es para poner los pelos de punta a cualquiera. Me explico: el estado de bienestar primer mundista, el europeo en general y el español en particular, empiezan a ser cuestionados con las excusas más inverosímiles. Una simple revisión de la gramática empleada nos arroja muchas luces. Antes se hablaba de “Inversión” Social. Ahora para referirse a lo mismo, le llaman «gasto» social. ¿Me pillan la diferencia?

Os ruego aguantar que os hable un poco de economía y política.

Todo esto ¿de qué viene? Veamos, la inversión social en España está muy por debajo de la media europea. Antes de los recortes, apenas llegaba al 20 % del PIB frente a casi el 28%. Actualmente, casi 9 millones de españoles viven, o mejor dicho, sobreviven en el umbral de la pobreza, a pesar de que nuestro PIB es el octavo en el ranking mundial. En pocas palabras, ¡somos uno de los países más ricos del planeta! No se olviden que PIB, o Producto Interno Bruto, significa el total de la masa monetaria existente en el país. Hablando en plata, lo que más hay en España es dinero, aunque cueste creerlo. Así como sobra la vivienda (casi 1 millón de viviendas desocupadas) cuando paradójicamente cada día se condena al desahucio a cientos de familias. A mi esto me huele a tercermundismo. ¿Recuerdan aquello de «injusta distribución de la riqueza»?

Veamos, el fraude fiscal en España oscila entre el 20 y 25%, el doble que la media de la Unión Europea. En cifras de 2007, superan los 70.000 millones de euros cada año, como mínimo. Teniendo en cuenta que el periodo de prescripción de las deudas tributarias establecido en la Ley General Tributaria es de cuatro años, se puede cuantificar en 280.000 millones de euros los impuestos que no ingresarán hasta el 31 de diciembre de este año.

Por otro lado, ¿Sabían Uds. que bastaría con rebajar un 30% las transferencias destinadas en los PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO a sindicatos, partidos políticos, iglesia católica y otras fundaciones opacas para ahorrar más de 45.000 millones de Euros al año? Ni siquiera haría falta tocar las pensiones, ni los sueldos de los funcionarios, ni hacer ningún tipo de recortes a educación, sanidad o inversión social. Tampoco haría falta recortar 6.000 millones de Euros en inversión pública. Simplemente, sería el punto final a la crisis. Y a otra cosa, mariposa.

Pero ahora nos dicen que tenemos que «ajustarnos el cinturón», hacer «grandes sacrificios», que «vienen tiempos muy duros», que la sanidad o la ley de dependencia no se sostienen, etc. simplemente para que jubilados, pensionistas, funcionarios, maestros, discapacitados, parados, etc. paguemos las cuentas de otros! Oigan, que ninguna economía del mundo camina con un forado tributario del 25 % en su PIB.

Aclaro que estas, son cifras de Hacienda, no mías, ni de los indignados. Son cifras de Hacienda, por lo tanto, oficiales. Nos hacen creer que debemos cargar con el “pecado original” de haber vivido por encima de nuestras posibilidades y que el dinero se ha terminado por el “gasto social” y por culpa de los griegos ¡Jó!

¿A qué viene todo esto? A lo de siempre, a lo evidente… En España aproximadamente el 10 % de la población padece algún tipo de diversidad funcional. Más del 90 % necesitamos contar con los servicios de uno o más asistentes personales. Hablo de una necesidad real de más de 4 millones de trabajadores. Por otro lado, los políticos, banqueros y “contertulios” de siempre se rasgan las vestiduras frente a los cinco millones de desempleados que tenemos, ¡con la solución en sus narices! Comprenderán pues, que ante esta realidad no podemos abstraernos y pensar únicamente en nuestras discapacidades.

Si algo valioso podemos sacar del momento actual, es la conciencia del lugar que actualmente ocupamos en este espacio de tiempo histórico que nos ha tocado vivir y tratar de ser algo más críticos y participativos, pero también más creativos, agudizando más que nunca el ingenio. Tendremos que adaptarnos a cambios que no figuraban para nada en nuestros planes. Lo que toca es reciclarnos con visión de futuro sin perder la perspectiva de lo justo. A estas alturas todos deberíamos tener ya un plan B, otro C, y si me apuran, hasta planes D, E y F.
Oigan, que estas 2 personas que trabajan para mí, tienen familia, hijos que mantener, hipotecas que pagar, gastos que hacer. Al facilitarme el programa su salario, yo me vuelvo un sujeto más activo, que puedo salir, trabajar, estudiar, consumir, etc. y ellos también, porque además -lo repito- todos pagamos los impuestos que nos corresponden y cotizamos a la Seguridad Social. Yo no soy una carga para nadie; al contrario, alrededor mío se genera un círculo virtuoso de creación de empleo, de riqueza, de prosperidad. Por eso mismo os digo que lo social no debe ser visto nunca como un gasto, sino como una inversión. Vida Independiente es un ejemplo de cómo un “problema” puede convertirse en una solución integral.

Gracias.